Imaginemos que en Cataluña, en el País Vasco o en otro lugar de España se hace un referéndum legal y el resultado mayoritario es a favor de la independencia. Imaginemos que el gobierno central de España no acepta el resultado del referéndum y que de alguna manera empieza una guerra civil como la que vivimos hace menos de 80 años o la que se vivió hace poco más de 20 años en los Balcanes. Empiezan a huir catalanes o vascos al resto de España primero y más tarde miles de españoles huyen a Francia, Portugal e Italia. En cuestión de semanas los países que nos acogían o por los que transitábamos montan vallas con cuchillas para que no crucemos la frontera. La gente que huye de la guerra civil se ve abocada a dormir en la calle, a ponerse en peligro buscando rutas por los pirineos, a pagar fortunas por un pasaje en barcazas que les lleven a África con la esperanza de estar seguros. Imaginemos que nuestros países vecinos no se ponen de acuerdo sobre como acogernos, que nos hacinan en centros de internamiento para tenernos controlados, hasta que decidan qué hacer con nosotros.
Imaginemos que somos nosotros los que huimos de una guerra a la que nadie nos ha invitado porque están bombardeando nuestras casas, porque tememos por nuestros hijos, porque nadie viene desde fuera a parar la lucha de unos pocos locos armados. Y entonces intentamos acudir a los países que nos rodean, o a otros donde tenemos familia o amigos, y nos niegan la posibilidad de permanecer allí. Pueblos que nos tratan como animales, nos consideran una amenaza para sus puestos de trabajo y por eso nos dan la espalda, y presionan a sus gobiernos para que nos expulsen de allí. Estamos amenazados de muerte y nos hemos jugado la vida en travesías en barcas y largas caminatas. Somos nosotros los refugiados, los exiliados, quienes huyen de la barbarie hacia lugares donde unos y otros discuten sobre qué hacer con nosotros sin contar con nosotros. Considerándonos números, pensando que somos un problema, una amenaza, terroristas peligrosos en potencia…
Es difícil de visualizar, al igual que es complicado imaginarnos lo que decía John Lennon de un mundo sin fronteras, sin banderas, sin guerras, viviendo todos en hermandad, sin propiedades, sin hambre… Pues estamos mucho más cerca del primer escenario que del idílico escenario que pintaba Lennon. De hecho los sirios no se imaginaban en 2010 cuando celebraban como propio el triunfo de España en el mundial (ver vídeo) que podía pasarles esto, nosotros tampoco lo pensábamos hace 80 años, y aun así son cosas que pasan y ante las cuales estamos solos, indefensos en un mundo cruel e insolidario.
Y aun así estoy convencido de que la mayoría de los españoles no tiene claro querer como vecinos a unos refugiados sirios. Que no somos capaces de empatizar con el calvario que sufren los sirios o sufrieron nuestros abuelos: porque lo vemos como un recuerdo antiguo; porque Siria está muy lejos; porque esa guerra ni nos va ni nos viene; porque aquí ya tenemos nuestros problemas y la gente está muy mal; porque aquí no hay trabajo para nosotros mucho menos para los de fuera; porque es un gasto; porque puede que se cuele algún maleante entre los refugiados…
Hoy son los sirios las víctimas de este sistema “europeo”. Nuestra unión es ficticia, solamente económica y supeditada a la voluntad de mamá Alemania. Cuando tenemos un drama humanitario no nos ponemos de acuerdo, le damos la espalda y le ponemos vallas al monte. Cuando tenemos un problema económico “castigamos” al hermano griego que ha gastado más de lo que tenía y lo sangramos tras amenazarle con tirarlo de la familia. Si uno de nosotros recibe la paliza de un abusón (Ucrania de Rusia) en vez de apoyarlo a denunciar, le pedimos que se esté calladito para no ofender a un socio comercial. Si fabricamos leche de más hay que tirarla por la alcantarilla, no sea el caso que los precios se salgan de lo que quiere la minoría que decide.
Entiendo que los conservadores británicos apuesten por abandonar Europa ¿Para qué les sirve a ellos? Para que se llenen sus ciudades de mano de obra barata ya tienen a las antiguas colonias. Su economía aporta más de lo que recibe a las arcas europeas, y saben que si tienen un problema tampoco les va a ayudar Europa. Sus motivos son en muchos casos racistas, orgullosos, y basados en una falsa concepción de la economía, pero viendo lo que hace Europa ante los problemas, no puedo culparlos de querer abandonar el barco.
Necesitaba vomitar mis sentimientos desordenados y hacer un ejercicio de imaginación desde la distancia ficticia con la que percibimos los problemas que llaman a nuestra puerta. Gracias por haber llegado hasta el final.
Ahora ya sabemos lo que nos parece inhumano y malo, como decía aquel nefasto anuncio de detergentes, » …. ¡una solución quiero!», a ser posible con los números bien claritos de lo que nos va a costar, porque utopías todos podemos aportar una o varias. Más que nada por si podemos o no podemos, y qué santo vamos a desnudar para vestir al otro.
Que puedo decir que no se haya dicho, pero aquí en el fin del mundo Argentina, tenemos la lucha no con los inmigrantes que son muchos de los países limítrofes en busca de mejor vida, mientras aquí los argentinos son usados los más pobres, como clientes para seguir el actual gobierno, robando sin control, y lo que es más, negando la gran inflación, la pobreza, la desnutrición, en un país, que fue granero del mundo.
La verdad es que estamos todos con el hay de lo que tenemos y no recordamod que nosotros hemos sido inmigrantes, hijos o nietos de inmigrantes. Incluso ahora mismo lo somos por trabajos dignos o por lo menos por un salirio que no tengamos al final que pagar por ir a trabajar.