El otro día un compañero periodista publicaba un comentario aludiendo al sueldo de Manuela Carmena y Ada Colau, y añadía que “todos mienten, todos colocan y todos se quedan dinero”. Lo que me llevó a reflexionar sobre dos anécdotas que sirven para acotar un poco el término todos. No pretendo entrar en si la Diputación de Valencia se usaba descaradamente para financiar al Partido Popular. Ni tampoco cuestionar dónde han ido a parar los miles de millones de sobrecostes de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, o airear cómo repartía al grito de “para el partido”, algún político ahora encarcelado, sobres llenos de billetes “donados” por constructores, o quitados a las ONG’s. Voy a resumir las formas de hacer política a través de 2 ejemplos reales.
Por un lado Manuela Carmena y por otro la exmujer de un conseller valenciano.
El Ayuntamiento de Madrid ha habilitado la posibilidad a asociaciones y colectivos de reunirse con la alcaldesa, simplemente han de rellenar una solicitud. Manuela Carmena les recibe en su despacho y escucha lo que tienen que decirle sus vecinos. Pues resulta que la asociación de vecinos “Yo no me voy”, cuyo edificio el anterior gobierno quería vender a un fondo buitre, acudió a su despacho. Como querían tener un detalle con ella, le regalaron una caricatura que había dibujado un amigo de un miembro de la asociación. Ella contestó que estaba muy agradecida, pero que no podía aceptar regalos. Les pidió que contactaran con el autor, y le pusieran un precio a la caricatura, para poder después comprarla.
Por otro lado recordé un suceso sin transcendencia que viví durante mi periodo trabajando en la Bienal de Valencia. Allí se presentó un día la que entonces (y por poco tiempo) era todavía la mujer de Esteban González Pons, junto con tres amigos más. Pasaron sin pagar entrada, se les hizo una visita guiada, y al acabar pidieron los catálogos. Esos catálogos que costaban unos 30 euros cada uno eran las primeras ediciones, las que no incorporaban todavía las fotos de la exposición montada. Así que ni cortos ni perezosos se llevaron 4 catálogos, y dejaron su dirección postal con orden de que les enviaran los 4 catálogos nuevos una vez se publicaran. Nadie pensó ni por un momento en sacar la cartera, ni en contradecir las órdenes.
Son dos sucesos que simplemente vienen a resumir las formas, los catálogos son lo de menos, seguramente sobraron muchos y los almacenaron junto a los 375.000 libros «olvidados«. Sé que estas anécdotas que cuento no son relevantes para votar a unos o a otros, como tampoco debería de ser relevante que unos lleven corbata y los otros lleven rastas. Se debería votar por ideas, por principios, por propuestas, por políticas económicas, educativas y sociales. Y en cualquier caso por la honorabilidad y decencia de los candidatos, no por las formas.
Pero más allá de filias y fobias, en cuestión de robar y mentir, que no me comparen a quienes recibían bolsos de Louis Vuitton y chaquetas de piel de Carolina Herrera repetidas, con quienes publican la lista de regalos que reciben y sus gastos de representación en la web municipal. Que no me digan que es lo mismo contratar a un DJ «afín» por 300€ para la fiesta de nochevieja en la plaza del Ayuntamiento, con una trama orquestada por todo un partido para amañar contratos millonarios.
El debate de los sueldos públicos es caso aparte. No creo que los políticos deban estar mal pagados, si queremos políticos profesionales y que no roben, deben de poder vivir bien, con un sueldo acorde a su responsabilidad. Que sobran instituciones está claro, y que algunos cargos públicos ganan mucho, también. Pero que la alcaldesa de Barcelona gane 80.000 € (su predecesor ganaba 107.000) no me parece una barbaridad, sea del partido que sea. Si después con su dinero quieren subvencionar a Greenpeace (dice que donará gran parte de su sueldo) o irse a Ibiza a ponerse del revés en su yate (como hacía Arturo Torrò), es su problema. Siempre que lo hagan con el dinero que ganan por su trabajo, y no con regalos, prebendas, favores y comisiones ilegales.
Por tanto y para acabar, como dijo Julio César a su mujer Pompeya (según Plutarco): “no basta que la mujer del César sea honesta, también tiene que parecerlo”. Y en este caso en Valencia, durante mucho tiempo, las apariencias engañaban.
PD. La nueva mujer de González Pons también salió en los periódicos por haber sido “enchufada” en Aguas de Valencia.
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Estoy de acuerdo con lo que se expresa en el artículo. Muchas personas argumentan que todos los políticos son iguales, que todos son unos ladrones y que todos roban, argumentando que si algunos no lo han hecho es porque aún no han llegado al poder, y continuando diciendo «pero ya veréis que cuando gobiernen robarán como todos…» Y para mas escarnio suelen acabar sentenciando que «y tú si estuvieras ahí no robarías…?», «si fueras concejal de urbanismo de tu ayuntamiento no cobrarías comisiones…?
Pues no señor, no todos somos ladrones ni deshonestos ni unos sinvergüenzas. Hay personas que tienen escrúpulos y dignidad. Dignidad, ¡qué bonita palabra!
Es cierto que en todas las formaciones políticas hay personas honradas y honestas y también que en cualquier sector de la vida hay miserables y corruptos, pero no es menos cierto que en ciertos sectores ideológicos hay mayor porcentaje de ladrones que en otros. Y voy a exponer mi posición claramente a pesar de que voy a recibir muchas bofetadas dialécticas por decir esto, existe un mayor porcentaje de corruptos a la derecha que a la izquierda, es decir, hay más ladrones en el PP que en Ciudadanos o en el PSOE, y hay más ladrones en el PSOE que en IU o en Podemos. En todos los lugares hay de todo, pero siento decir que la experiencia y los hechos demuestran fehacientemente que la derecha es más corrupta, porcentualmente hablando que la izquierda.